IMÁGENES, LA HABANA 1972

Autor: Frank Domínguez
Miriam Ramos
Autor: Jobim, versión de Sergio Vitier
Autor: Silvio Rodríguez
Amaury Pérez
(Conciertos del Grupo de experimentación sonora del ICAIC)
Autor: Jerome Kern
Autor: Martha Valdés
Martha Valdés
Autor: Chucho Valdés
(Lunes de jazz)
Autor: Hermanos Espósito
Amaury Pérez
(Bola de Nieve)
Autor: José A.Méndez
Miriam Ramos
( Filin)
Autor: José María Vitier
Autor: Teresita Fernández
Teresita Fernández
Autor: Pablo Milanés
Sara González
Música: José María Vitier
Letra: Amaury Pérez
Amaury Pérez
Autor: Portillo de la Luz
Miriam Ramos
Autores: MacLennon-Cartney, Harrison
Cinquillo, Producciones CUBADISCO.
Incluye 12 obras de diversos autores con versiones originales, orquestadas para pequeño formato, por JMV quien las dirige e interpreta al piano. Contiene este CD además 2 obras inéditas de este autor. Participan como invitados solistas: Miriam Ramos, Amaury Pérez, Sara González, Martha Valdés y Teresita Fernández.
Obtuvo el Premio Cubadisco 2004 al mejor CD de Canción y música instrumental.
La noche deparaba la sorpresa, la cálida brisa del malecón orientaba el rumbo y La Habana, tímidamente iluminada, nos revelaba sus encantos. Los que éramos entonces muy jóvenes caminábamos sus calles, nos enamorábamos en sus parques y paseábamos paladeando el sabor de una ciudad que se nos descubría distinta, que abría para nosotros, por primera vez, el secreto de sus noches. La Habana del inicio de los 70, brindaba su arte en los pequeños espacios de los clubs nocturnos, en la intimidad de las casas, en las pequeñas salas de teatro, o en lugares inesperados como la Casa de las Américas o La Cinemateca, que se convirtieron en un verdadero hervidero de música que nos representaba en la emoción de ser jóvenes.
Eran esos años, tal como los recuerdo hoy, de íntima y ardiente actividad artística. Primero fueron los conciertos en el Amadeo, con su obligado preámbulo en el Carmelo de Calzada. A la par de la música, la poesía y la literatura formaban parte importante nuestras sus vidas. El cine, después, vino como a sintetizar todas esas ansias de descubrir nuevas formas de pensar y de hacer, de apresar la emoción ajena, desconocida, de embriagarnos no con su glamour, sino con su auténtico arte, con su poesía. Para ver las películas hacíamos la obligada cola y cuando salíamos del cine, desbordados de ideas, con ganas de hablar, de sentirnos parte de ese mundo de creación, caminábamos por la calle 23 hacia el Malecón y, después de contar entre todos hasta el último menudo del bolsillo, terminábamos en alguno de esos lugares habaneros donde la noche infinita te acogía con bellas canciones, un trago, un beso.
En este proyecto, que apenas me atrevo a nombrar con el estricto nombre de disco, José María se propone recoger, en versiones muy personales, el aliento y las melodías de lo que de cierta forma constituyó algo así como la “banda sonora” de los jóvenes de los años 60´ y 70´. Los Beatles, alguna melodía de Jobin, las canciones que venían surgiendo de la Nueva Trova cubana, el jazz y el sabor del filin que aún reinaba en la bohemia nocturna habanera; músicas que sintetizan una época, y que acuden hoy a la memoria, siempre asociada a los lugares donde las escuchábamos: el Gato Tuerto, el Bar Elegante del Riviera, el Johnny´s dream, el Monseñor, el Sherezada, o El Coctel de 23 y N. Todo un conjunto de sensaciones, recuerdos, invocaciones, símbolos de aquellos años, resurgen aquí, en este disco que es sobretodo un paseo por la Habana de entonces, en minifalda o en unos jeans apretados, al paso de unas botas cañeras, mientras que el aire del Malecón deshace la melena irreductible.
La combinación de todas esas influencias, mezcladas como algo único e indivisible, conforman cada uno de los temas de este disco. Todo unido, tal como se atesoran los recuerdos de juventud. Las versiones de José María de estos “clásicos”, nos llenan de nostalgia y a la vez nos revelan una nueva forma de ver y sentir esta música. La singular manera de acompañar al piano, los bellos contracantos que se entrelazan a esas melodías eternas, la delicada textura de los arreglos, extasiados, leves, nos dejan muchas veces suspendidos entre la íntima fragilidad y la fuerza de la emoción que deparan las interpretaciones de Miriam Ramos en “Imágenes” o “Canción para un festival”; de Sara González en “Quien me tienda la mano al pasar”; de Amaury Pérez en “Óleo de mujer con sombrero” o “Vete de mí”; y de Marta Valdés y Teresita Fernández, revelándonos nuevos misterios de sus respectivas obras “Tu no sospechas” y “Muñeca de trapo”. La voz quebrada por la emoción o por los años, el aliento, la autenticidad, el placer de hacer música, han sido las premisas de este disco.
Oír esta música es un poco contar nuestra vida, contar la vida de los jóvenes de aquellos años, es invocar su risa, sus pasiones, su rebeldía, sus sueños. Es este un disco hecho a dos manos, que no cuenta sólo con el arte y el virtuosismo de los autores o los intérpretes que nos acompañan en esta aventura, requiere también de otro complemento vital. José María y sus invitados ponen la música, nosotros, los recuerdos.
Silvia Rodríguez Rivero.